RESEÑA HISTÓRICA
En el año 622 un hombre de la tribu coraischistas en la Meca abandonó su ciudad natal después de haber intentado vanamente durante trece años hallar oidos para su predicación entre sus coterráneos. Con pocos secuaces se dirigió a la ciudad de Yatrib, que está a unos diez días (árabes) de viaje en la dirección del norte; es éste un acontecimiento sin la menor importancia y alejado de los lugares en donde por aquel tiempo se desarrollaba la historia universal; ya que, dos grandes potencias peleaban por la dominación en el Asia anterior, el imperio de los sasánidas en Persia y el imperio de los bizantinos.
La gran mayoría de las tribus árabes se habían quedado en el nivel de los pueblos pastores nómadas, nivel impuesto por las mezquinas condiciones de vida que tenía su patria. Entre ellos no podía llegarse a la formación de estados. La única unidad política que ellos conocían era la comunidad de la tribu subdividida en estirpes y familias.
A la edad de cuarenta años, Mahoma sintió la voz de su misión religiosa; lo peculiar de esta religión, tan extrañamente unida con la idea del pueblo y con el desenvolvimiento del poder militar, aparece claramente en las consecuencias transcendentales que tuvo su nacimiento. Lo que los árabes propagaron con su espada no fue su religión, sino su dominación. Poco después de la muerte de Mahoma (632) comenzaron los primeros escarceos. Bajo el califa Omar (634-644) comenzó la conquista ordenada en vez de las expediciones irregulares de rapiña. Esta conquista fue enormemente facilitada por la docilidad con que muchos súbditos de los persas y del imperio bizantino se apartaron de la antigua soberanía.
Ya en 709 y 710 los árabes habían emprendido pequeñas expediciones en territorio español. Tarik. lugarteniente de Muza, reanudó en 711 la lucha. Hasta 713, estuvieron conquistando toda España , con excepción de Asturias.
En cuanto a los reinos de Castilla y León, el primero tenía que soportar casi solo la lucha contra los prepotentes moros, mientras que sus vecinos, no sólo deficultaban la empresa con abiertas hostilidades, sino que, como en ocasiones León llegaba hasta concertar alianzas secretas con los mahometanos. Cuando, finalmente, esta lamentable división exacerbó el peligro, y en 1211 desembarcó de Africa un enorme ejército enemigo en Andalucía, pudo Inocencio III, con su propaganda, reunir un ejército enemigo de cruzados compuesto principalmente de franceses, juntar recursos en dinero y amenazar con la excomunión a todo el que mantuviese relaciones con los enemigos de Cristo. Tuvo, pues, su parte el papa en la brillante victoria que en las Navas de Tolosa, el 16 de julio de 1212 obtuvieron los cristianos sobre un ejército superior de moros.
CULTURA
Es pues, necesario cuidarse muy mucho de no sucumbir al engañoso aspecto del florecimiento de la cultura arábiga, como tantas veces ha acontecido desde que se empezó a considerar la Edad Media con ojos románticos. Una gran parte, si no la mayor, de esos productos culturales servía a la pompa y fastuosidad de los soberanos. Pero detrás encontramos la depresión en la cobranza de los impuestos, el desconocimiento de unos bárbaros embriagados de lujo. Las industrias que florecen en los Estados islámicos, el comercio, cuya extensión y vivacidad provoca nuestra admiración, sirven, si bien se mira, preferentemente a la producción de costosos objetos de tipo refinadisimo, pero sin importancia para la bien andanza de los pueblos. Otro tanto puede decirse del fomento de las ciencias. El progreso de la medicina y las ciencias auxiliares de la medicina, sobre todo de la terapéutica y de la química, así como de la astronomía y de la matemática, vino ante todo condicionado por el hecho de que los soberanos tenían sus médicos de cámara, sus astrólogos y sus confeccionadores de calendarios. Sin duda constituye mérito imperecedero de los muslines el hecho de haber conservado viva la herencia de la ciencia griega, de suerte que mucha parte de ella (aunque no tanta como muchos creen) se transmitió al occidente por la vá de los árabes. Pero lo más noble que los griegos produjeron: Homero, la tragedia, Sócrates, las artes plásticas, no tuvo la atención de los muslines. Enriquecieron extraordinariamente en su contenido material el saber heredado de los griegos, pero no llevaron a cabo notables progresos metódicos. No pudieron libertar la astronomía de sus vínculos con la especulación astrológica, ni la química de las artes alquimistas. Ibn Jaldun historiador árabe, es un ejemplo impresionante de lo que decimos; la introducción a su historia universal es un tesoro de pensamientos amplios y profundos, que se ofrece único en la historia del pensamiento islámico.
La historiografía de los muslines es y sigue siendo de continuo partidista, no lograron jamás encontrar el camino que conduce a una intuición imparcial y sana de lo histórico y a su configuración. La filosofía no es libre investigación de los elementos del saber, sino más bien esfuerzo de armonización entre las tradiciones reveladas para adaptarlas a la lógica y metafísica griega. En todas las ciencias teoréticas extínguese muy pronto el impulso hacia la investigación progresiva, convirtiéndose en enciclopedismo, en la repetición y el arreglo de la tradición. El arte islámico, desde su forma suprema, la arquitectura, hasta las formas numerosisimas del arte industrial, no crea en realidad nada, sino se limita a adornar; en esta esfera limitada ha producido sin duda obras encantadoras e incomparables. El instinto de lo ornamental y decorativo ahoga la voluntad de forma. La poesía se inicia y se perfecciona en el lirismo que, cuando no queda destruído por un desconocimiento panegírico e insincero, revela una gran riqueza de noble forma. La poesía arábiga no llego nunca a la epopeya. En la novela popular bulle una fantasía desenfrenada que se pierde en lo maravilloso, en lo fabuloso y anecdótico; pero no tuvieron sucesores, sino tan solo imitadores en el impulso esencial, pero deshechos en lirismos y didáctica. En el mundo del drama, en el plano de la lucha entre la personalidad y el destino, no hubo ningún muslime que penetrase.
Todo esto señala hacia las razones por las cuales l a cultura islámica, a pesar de las ricas fuerzas de que disponía y de la preciosa herencia que hubo de asumir, dilapidó esta herncia porque no pudo producir ningún Renacimiento. Recordemos el juicio de Jacobo Burkhardt: “Tampoco aquí se llegó a la totalidad de lo espiritual; aquí terminó todo por incapacidad de evolucionar, de desembocar en una cultura superior”. Más importantes que todos los bienes materiales y progresos técnicos, más importantes que todos los estímulos científicos y artísticos, que el occidente cristiano pudo recibir y recibió de los muslines, es la lucha victoriosa defensiva conta la amenaza de la conquista islámica. Esta lucha defensiva despertó y fortaleció la conciencia, el sentimiento solidario y la idea política en el mundo germánico romano. Un resultado mediato del contacto con los muslines fue aquel movimiento que tuvo la máxima participación en la nueva formación del occidente: la emancipación de las ciudades en la alta Italia. Aquí surgieron condiciones sociales nuevas para el ascenso de una nueva cultura, condiciones que eran desconocidas completamente para el mundo islámico.